Creando opinión crítica dentro y fuera de la Iglesia





31 de julio de 2011

¿Un nuevo Mayo del 68? Por José Eduardo Muñoz.

LO extraño era que no hubiera ocurrido antes. Con un 43% de paro juvenil, una Unión Europea que parece renunciar a su papel histórico caminando hacia la irrelevancia social y política, revoluciones en el mundo árabe, un capitalismo financiero voraz y sin límites y fenómenos ciudadanos globales como las redes sociales y wikileaks, era simplemente cuestión de tiempo. Stephane Hessel, luchador de la Resistencia francesa, diplomático, redactor de la Declaración de Derechos Humanos, socialista francés y autor del pequeño panfleto Indignaos representa a sus 94 años la conciencia de una Europa ilustrada y democrática que no se resigna a la decadencia y a la injusticia.

Su llamamiento ha pulsado el sentir de la población francesa y empieza a hacerlo con la juventud española. La que llaman la generación perdida no tiene voluntad política -nunca mejor dicho- de serlo. Afortunadamente. Desde hace cierto tiempo han proliferado diversas iniciativas ciudadanas, con un denominador común, el hartazgo ante una crisis que están pagando aquellos que no la han ocasionado. Unas con más definición ideológica y pragmática que otras, florecen con distinta intensidad, signo de una ciudadanía que rechaza el nuevo feudalismo en que el capitalismo financiero está situando a la sociedad. Les agrupa la indignación, una emoción que hunde su sentido en la dimensión moral.

Para indignarse hay que tener concepto de dignidad. Dignidad de persona y conciencia de ciudadano, no de súbdito. La situación social y económica es escandalosa, y no responde a causas coyunturales sino estructurales. Frente a eso intentan situarse las democracias europeas, la española en particular, más joven que otras, pero ya lejos del optimismo de la Transición; de un optimismo que a pesar de graves problemas como el terrorismo, el paro o el déficit social hacía pensar que era posible conquistar el futuro. Futuro que pasaba por bienestar económico y social, el que representaba Europa. Sin embargo, las democracias europeas aquejan cansancio. La extrema derecha crece en toda Europa, al tiempo que la lentitud institucional y la sumisión a los mercados aumenta. Se salva a los bancos pero no se salva a las personas y eso es inaceptable. Aplaudimos las revoluciones árabes, pero luego no somos capaces de corresponsabilizarnos de sus efectos sociales. Se nos piden cada vez más esfuerzos, más competitividad y más ajustes, pero incluso en los países que están saliendo adelante en la crisis la gente vive peor que antes.

La gente tiene la sensación de que la democracia ha cedido mucho terreno al poder económico y que el deterioro de la cohesión social hace que cada vez menos personas se sientan representadas e integradas en el juego democrático actual. Unas elecciones municipales donde se presentan más de cien imputados hacen el resto. Nuestro sistema empieza a parecerse peligrosamente al de la Restauración, con una derecha poco europea y que parece no tener más alternativa que volver a engrasar la maquinaria de un sistema que es el problema, no la solución; y unos socialistas atrapados en las contradicciones ideológicas de una Tercera Vía que es más neoliberal que socialista.

Necesitamos urgentemente medidas de regeneración democrática como las listas abiertas, el cambio de la ley electoral u otras que permitan que los ciudadanos controlen a los partidos políticos, en manos de unos aparatos muy burocratizados. Y sobre todo que permitan la emergencia de una pluralidad y una complejidad que es bastante más profunda de lo que muchos nos quieren hacer ver. Necesitamos buscar un nuevo equilibrio entre estabilidad y pluralidad en la representación institucional. En esa articulación del pluralismo democrático resultan claves unos medios de comunicación social cuya propiedad es deseable que esté diversificada y que desarrollen su trabajo en la mayor libertad posible.

Lo llamativo de este movimiento es que llama a la unidad desde la indignación, sin pedir el carné político a nadie. Critica al sistema económico y a la incapacidad de la política para imponer la voluntad democrática a éste, pero no parte de unos principios ideológicos dogmáticos. Critican tanto al capitalismo como la connivencia del Estado con este último. De momento no hay líderes reconocibles mediáticamente, aunque sus promotores pertenecen a la izquierda social no alineada en los grandes partidos. Tampoco está claro cómo pasar de la indignación a las propuestas concretas, pero es evidente que si el movimiento sigue adelante, acabará influyendo mucho en la política española y también europea. También tendrá que superar intentos de instrumentalización, algunos de ellos violentos. Y pondrá nerviosos a los que detentan el poder, ya lo está haciendo, a unos más que a otros. Pero resulta evidente que estamos viviendo una situación de inquietud y agitación social a la que no estábamos acostumbrados desde la Transición. Una situación que algunos autores califican de "pre-revolucionaria".

Publicado en diarios del Grupo Joly. 21/5/2011

29 de julio de 2011

¿Qué se beatifica junto a Juan Pablo II? Por José Eduardo Muñoz. Publicado en Alandar, Junio 2011

Es 1º de Mayo, en toda Europa la gente sale a la calle a exigir derechos y justicia social como respuesta ética y política ante la crisis. Juan Pablo II es beatificado en Roma. Las dos noticias abren el telediario como los acontecimientos singulares del día. Un grito restalla en mi cabeza, “indignaos”. Así se llama el pequeño manifiesto que anima a la rebelión pacífica frente a la crisis y que ha vendido más de 1 millón de ejemplares en Francia. Su autor es Stephane Hessel, un ex combatiente de la Resistencia francesa de 94 años y redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿Y qué pasaría si ese grito no lo hubiese lanzado Hessel sino el un poco más joven Benedicto XVI? Pero para una Iglesia que defiende los Derechos Humanos “extramuros” pero no siempre los respeta en su seno, eso parece un sueño, un sueño evangélico, pero un sueño. No, en su lugar, para solaz de unos y malestar de otros nos ofertan un espectáculo de masas centrado en la figura de Juan Pablo II. La pregunta clave es porqué beatifican a Juan Pablo II y no a Juan XXIII o a Oscar Romero, que murieron hace bastante más tiempo y no reúnen menos méritos. No se trata de menospreciar sus virtudes cristianas. Todo eso ha sido ya suficientemente destacado. A la vez que ocultado o minimizado los valores de los anteriormente señalados que no merecen menos ser beatos o santos, y que para mucha gente constituyen un modelo de identificación. Síntoma esto último de la creciente marginación de los sectores que no se identifican con un cristianismo tradicional y preconciliar. A nadie se le escapa que Juan Pablo II no fue solo una persona religiosa, sino que su papado tiene una vertiente política que resulta muy difícil separar de la personal. Este carácter político ha sido resultado por algunos medios de comunicación social, que equivocadamente ligan la beatitud a cuestiones como su indudable talla histórica o la derrota del comunismo. Pero precisamente por ese carácter político, no hacen santos o beatos a Juan XXIII o a mártires como Oscar Romero o Ignacio Ellacuría. A pesar de que su sangre regó los campos de Latinoamérica por una mayor justicia. Su santidad no corresponde a lo que se quiere destacar, no encaja en un modelo eclesiológico demasiado marcado por el autoritarismo, el clericalismo, la monarquía absoluta de Roma, el rechazo de la Ilustración y la impugnación de la cultura moderna y postmoderna. Declararlos santos supondría apuntar a una Iglesia más en línea con el Evangelio, con los pobres y con los problemas y los sufrimientos de las personas del mundo de hoy.

El gran programa político y eclesiológico de Juan Pablo II fue la restauración católica. La demolición progresiva y controlada de lo poco que ya entonces quedaba del Concilio Vaticano II. Ya en el principio de su papado, atacó la autonomía de una Compañía de Jesús que durante el período de Arrupe se volcó en los aspectos sociales de la evangelización. Después destituyó de su cátedra al único teólogo vivo capaz de escribir “best-sellers” teológicos, el suizo Hans Küng, el gran crítico de la infabilidad papal. En lenguaje del Vaticano II, todo un signo de los tiempos de lo que se avecinaba. Posteriormente persiguió a la Teología de la Liberación, acusándola de marxista, haciéndole un favor impagable a la dominación económica de los EEUU en Latinoamérica. En contraste con esto, dio poder a los grupos neoconservadores, entre ellos a Maciel, cuyos escándalos se destaparon en el pontificado de Benedicto XVI. Contribuyó a derribar muros en la Europa comunista al mismo tiempo que se edificaban en el interior de la Iglesia. Persiguió a la “disidencia” y a los “teólogos rebeldes” con celo y autoritarismo. En pocos años cambió el perfil del episcopado mundial, acabando con el legítimo pluralismo católico. Carismático, dominador de las claves de la comunicación social y con “una puesta en escena” magistral se convirtió en uno de los líderes de la revolución conservadora. Se ha hablado mucho tanto de su conservadurismo eclesial y moral como de su dimensión social. Y mucho menos de la contradicción de pretender mayor justicia social y al mismo tiempo defender estructuras eclesiales que son la negación de las mismas. Una mayor justicia social pasa inexorablemente por democratizar el poder, no por ostentarlo autocráticamente. No existe correspondencia posible entre estructuras eclesiales injustas y antidemocráticas y defensa de la dignidad de la persona y la justicia social en el mundo. Pero si existe la correspondencia contraria, entre una Iglesia más evangélica, cercana a las preocupaciones de los más desfavorecidos, más actual y un mundo más justo y en paz. Perpetuó una Iglesia con unas estructuras antidemocráticas, anticuadas y en última instancia antievangélicas, que promueven la sumisión de la persona y que posibilitan persecuciones encubiertas como la del libro sobre Jesús de Nazaret de J. A. Pagola. O lo que es peor obstaculizan la transparencia y la respuesta adecuada a asuntos como el de la pederastia a pesar de la implicación clara y decidida de Benedicto XVI. La alternativa pasa por el reconocimiento, la democratización interna, la igualdad real entre hombres y mujeres y por una concepción más evangélica del poder entendida más como servicio y menos como mera jurisdicción. Ya hay mucha gente y muchos grupos que están en ese camino, simplemente quieren seguir el Evangelio en el mundo de hoy, no en el siglo XIX o en la Edad Media. Gente que no se reconoce en un sistema romano ajeno al mundo y a la cultura de hoy. Gente que no quiere irse y que cree que otra Iglesia es posible y otro mundo también.

4 de mayo de 2011

LA ASOCIACIÓN CULTURAL KARL RAHNER: UN DIÁLOGO INCESANTE DE CRÍTICA Y AUTOCRÍTICA. Publicado en Cuadernos para el Diálogo. Marzo 2011

Por Víctor Corcoba Herrero

He aquí una Asociación granadina con las ventanas abiertas al diálogo, que no excluye a nadie, siempre dispuesta a acoger la presencia participativa en sus foros de libertad, sensible a los problemas actuales, tolerante y en escucha permanente. Aquí, lo puedo asegurar, se cultiva el culto a la cultura de la sencillez y de la naturalidad. Estas puertas de la sabiduría nunca están cerradas.

LOS ORÍGENES DE LA ASOCIACIÓN

En su origen fue (Curso Académico 1978) un grupo de estudiantes, que pretende crear un espacio para ayudar al universitario, que llega perdido a una ciudad, con tantas posibilidades y carencias como Granada. Se trataba de acoger al que llegaba de fuera, de orientarle, de servir como libro de ruta, para alguien con necesidades concretas, tan elementales como buscar piso, informarse sobre carreras, el famoso “numerus clausus", cómo matricularse, qué carreras tenían más salidas y hasta dónde se podía comer más barato. Y esto no era una tapadera para nada, -nos dice Carlos García Hirschfeld-, sino que era así y punto. "No se buscaba proselitismo, ni convertir a nadie a nada. Al mismo tiempo pretendía ser un espacio para los que querían “algo más”, fueran creyentes o no, en el buen sentido nos daba y nos sigue dando igual".

Evocando aquellos tiempos, uno de los padres de la criatura de aquella unión activista, Carlos García Hirschfeld, nos dice:

- Si tuvo alguna originalidad residía en el hecho de que toda la tarea dependía de los propios universitarios, que trataban de llevar ellos mismos la ejecución de todo el proyecto. Se intentaba llevar adelante toda la organización con un mínimo de recursos administrativos. Así comenzó y se desarrolló el Servicio de Orientación y Acogida Universitaria. Todo esto ocurría al final de los años setenta del Siglo XX. Bastante tiempo después, estamos ya en 2006, cuando aquellos universitarios se habían desarrollado bastante, y el horizonte de los que llevaban la organización había adquirido otras perspectivas, y también en una de las acciones del Centro se decide crear lo que hoy es la Asociación Cultural Karl Rahner. ¿Por qué este nombre? Sencillamente porque en la tarea permanente de traducir nuestra forma de ser cristianos siempre encontramos un referente claro en los escritos de este teólogo.

La Asociación Cultural Karl Rahner nace en Junio del 2006, en el Centro Universitario Francisco Suárez de Granada, fundada por una serie de laicos y por religiosos como Carlos García Hirchsfeld y Lolín Álvarez de la Puente, con el apoyo fundamental y decisivo de Juan Antonio Estrada Díaz S.J. La idea originaria fue de Jesús García Alcántara, se trataba de dar respuesta a una sociedad cada vez más laica, pero no desde una nueva evangelización entendida en términos de “reconquista” o de vuelta a un régimen de cristiandad, sino en términos de inculturación, de situarse en el mundo laico desde una laicidad plenamente cristiana y asumida. Entendieron que los nuevos tiempos necesitaban nacientes realidades asociativas, cristianos en red, en diálogo con la increencia y con el mundo de la cultura y la justicia. Sin pretender ser ni comunidad ni movimiento. Solamente definidos por la misión, que es la de impulsar el diálogo fe-cultura-justicia desde posiciones laicales, para una doble transformación evangélica de la sociedad y de la Iglesia. Aprovechando el bagaje, la formación y la experiencia del Servicio de Orientación y Acogida del Centro Universitario Francisco Suárez y con una metodología de “Ver, juzgar y actuar”, con una especial dedicación a la formación, la espiritualidad ignaciana y la presencia en los medios de comunicación social.

Ya en los Estatutos de la Asociación Cultural Karl Rahner se determina la existencia de una Junta Directiva, como órgano colegiado de gobierno, representación y administración de la Asociación, aparte de la Asamblea General, que es un órgano soberano. Se acordó que estuviera compuesta por un mínimo de 3 y un máximo de 10 miembros. Siendo la duración de 4 años. De entre estos miembros, se elijen un Presidente, Vicepresidente, Secretario, Tesorero y los vocales que consideran necesarios. En la última Asamblea Anual, celebrada en Granada el día 6 de Diciembre de 2010, se procedió a la renovación de la Junta Directiva.

Como presidente se decidió la continuación de José Eduardo Muñoz Negro, que ya lleva 4 años y medio en el cargo. Su origen fue el Servicio de Orientación y Acogida, como casi todos ellos, y su dedicación a la Asociación es muy intensa. Las labores que realiza consisten principalmente en ser el representante de la Asociación ante la sociedad en general. Convoca y preside las reuniones de la Junta Directiva y se encarga, de que se lleven a cabo los acuerdos de ésta. Pero lo que más le caracteriza es fomentar temas de debate, elaborando artículos de prensa, en la línea del diálogo fe-cultura-justicia. Es el que dinamiza las actividades, actualmente el Grupo de Espiritualidad y Política, participando como ponente en Foros de Ética. De Vicepresidente, Kisko Herrera, que suele acompañar al presidente en todo aquello que atañe a la movilización del grupo. Como Secretaria, se ha nombrado en esta asamblea a Julia Mª Carabaza Bravo, igualmente veterana en estas lides. De tesorero, se decidió la continuación de Rafael López, responsable de la gestión económica y financiera de la citada Asociación.

CARLOS GARCÍA HIRSCHFELD: EL PRECURSOR DE LA ASOCIACIÓN

Para Carlos García Hirschfeld, con el nacimiento de esta Asociación, pretenden reafirmar una identidad laical, que asume las situaciones que se viven en la actualidad como propias o al menos es capaz de formulárselas como preguntas. Al respecto, nos indica:

- La realidad social, política, cultural no puede sernos indiferente, es ella un punto de examen y de discernimiento permanente, ella nos interroga en todo momento. No sé si somos o no cristianos, si somos mucho o poco cristianos, pero no nos da igual serlo o no serlo. Encontramos cosas valiosas en el cristianismo que no nos gustaría perder, pero nos cuesta reconocerlas en la parroquia, en los documentos de la Iglesia o en las misas de domingos. En la vida de cada uno de nosotros hay dos apartados: uno que proviene de nuestra infancia, dónde está Dios; otro descubierto después, dónde quizá no esté. No sabemos si Dios será un mito del que debemos desprendernos ya, o algo valioso que necesitamos redescubrir. Nos sentimos con cosas que decir y que discutir en materia de ética, de religión, de política y de otros aspectos de la vida, pero no sabemos con quién hacerlo o al menos desconocemos dónde y cómo hacernos presente con nuestras ideas y nuestras interpelaciones. Somos críticos con la Iglesia, pero nos gustaría colaborar tal y como somos y pensamos. Nos gustaría liberar algo de nuestra tiempo para los demás, y echar una mano en tareas que merezcan la pena, porque tengo la sensación de vivir demasiado para uno mismo. A veces envidiamos a otros muchos que viven su religiosidad con más plenitud y junto a otros, pero no nos gustan sus formas, sus maneras de pensar, ni los grupos o movimientos que formulan su identidad. Aunque somos creyentes, nos sentimos más cerca cultural y afectivamente de amigos, grupos o realidades absolutamente ajenas a la Iglesia, que de esos movimientos afectos institucionalmente a ésta. La AKR debería ser lugar para personas que se sienten “en” la Iglesia, si bien como adultos y con una pertenencia crítica. El Centro no es únicamente espacio para esa identidad, sino además lugar para apostar por esa identidad laical. Apostar por... no es quitarle poder a los curas, sino ocupar nuestro lugar y saber vivir en la frontera, fomentar el debate y no el dirigismo, acompañar el crecimiento de las personas. Una buena formación intelectual y el cultivo para captar el misterio son la mejor premisa para desarrollar una sensibilidad social. Queremos situarnos en la frontera, porque es ahí donde estamos en un mundo plural. No queremos atrincherarnos en nuestras certezas, sino estar en disposición de aprender de todos. Por eso, no hemos pedido nunca a nadie la partida de bautismo. No nos interesa una religiosidad de placenta.

El grupo cree irrenunciable en la Asociación Karl Rhaner, unos puntos muy concretos, que pasamos a relatar:

- La Asociación que formamos reclama presencia, es decir, algo de nuestro tiempo y compromiso. Nuestro compromiso es por el crecimiento personal, a base de seriedad, de reflexión, estudio y crítica. (No se trata de defraudar a nadie trayéndolo con ganchos atractivos. Pues de ofertas culturales y lúdicas está llena Granada). Nos debe seguir moviendo un riguroso sentido crítico, al que no podemos renunciar, ni por nuestro nivel cultural ni por la atención permanente que queremos proseguir como personas que han mantenido hasta ahora un estilo de vida y no otro. Cuidar el espacio de diálogo y debate, que ayude a dar unidad a un talante personal y social. Espacio acogedor, creativo y serio; espacio crítico y participativo, generador de ideas: espacio para la autocrítica, para la reflexión y el contraste. Espacio donde se está a gusto con otros, al compartir con ellos inquietudes y preguntas. Queremos y debemos estar abiertos al diálogo, realizado desde la pluralidad y la diversidad. Nos basamos en la tolerancia, que es la actitud y la virtud de quien respeta. Ser tolerantes y respetuosos es algo más que dejar vivir, es saber y querer escuchar en un mundo en el que se oyen muchas voces, pero se escucha y se atiende poco. A la hora de programar queremos ser sensibles a las exigencias culturales en las que queremos estar. Esto supone planificar con amplitud de horizontes, de forma que lo que hacemos conecte con nuestros centros de gravedad personales y temáticos. De esa manera todos descubriremos en la Asociación un lugar vivo de encuentro humano y cristiano, que ataje el implacable proceso de desertización que padecemos en nuestras sociedades. Es claro que aquí tiene un lugar preferente el que en estos días sea el tema del Norte de África un horizonte al que quisiéramos seguir con atención y contundencia. Todo esto pueden parecer retos tal vez excesivos. Si bajamos la guardia en vitalidad, en energía, en número y subimos en edad, irremisiblemente decrecerá la energía, la imaginación y las posibilidades de futuro. Se necesita gente joven que se haga ver y, que con un derroche de fantasía, acompañen a otros hacia una nueva época cultural de creación de espacios comunicativos. Hay que pasar de una presencia pasiva e inactiva a otra activa y comprometida. Si lo inactivo viene a ser lo normal, esto es frustrante para los activos. Hay que romper esta dinámica de un modo ofensivo y creativo, de forma que este proceso manifieste un fomento de nuestra identidad.

JOSÉ EDUARDO MUÑOZ NEGRO:
PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN

El mundo actual es un mundo convulso. José Eduardo Muñoz Negro es un tipo inquieto, con una formación vastísima; por ello, nuestra pregunta primera al Presidente de la Asociación Cultural Karl Rahner, tenía que encaminarse a esa ocupación y preocupación por las dificultades actuales. A propósito, nos dice:

- En el mundo hay muchos problemas, pero a nosotros nos preocupan especialmente dos: la justicia global y la sostenibilidad, ambos van de la mano. Los problemas de insostenibilidad siempre afectan más a los más pobres, generan y mantienen la pobreza y la opresión. Los mayores afectados por el cambio climático son los países del Sur, como ocurre en otras ocasiones, los que contaminan son los ricos y los “nuevos ricos”, países emergentes como China. Repiten el modelo de desarrollo que hemos tenido otros, con el argumento de que si nosotros lo hicimos, ellos también tienen derecho. El problema estriba en que ahora nos hemos dado cuenta de que nosotros tampoco teníamos derecho. El camino del “desarrollo en Europa y en Occidente” está lleno de guerras, opresión, injusticias, explotación, destrucción de la naturaleza, hasta llegar al punto actual, donde sigue habiendo injusticia, pero al menos hay más bien en el mundo que nunca, aunque también más mal que nunca…Somos ciudadanos de “un solo mundo”, compartimos la Tierra, y como decían en la Iglesia primitiva “lo que afecta a todos, debe ser decidido por todos” Por tanto, la falta de democracia económica y medioambiental es el mayor problema al que se enfrenta la humanidad.

Quiérase o no, la Asociación parte de la inspiración Jesuística, ¿ le preocupa la situación de la Iglesia al Presidente de una Asociación de inspiración cristiana?:

- También nos preocupa la situación de la Iglesia, que no está dónde tiene que estar, sino que parece más bien, “un club conservador” del cual estamos excluidos los que no compartimos esa ideología. Denunciamos desde la argumentación crítica y desde el Evangelio, muchas cuestiones que hacen que la Iglesia no sea lo que tiene que ser, sabiendo siempre que la Iglesia no es el Reino de Dios, sino un instrumento para éste. Pero nosotros como grupo de inspiración cristiana, no nos conformamos con esa visión, o mejor dicho, esa visión la integramos en una visión de la historia de la Salvación, donde lo último que importa es la vida, que al final vencerá a la muerte. En ese sentido, tenemos cuidado de no confundir la escatología con la utopía. Comprometidos con la Tierra, pero sabiendo que el ser humano se mueve siempre en lo penúltimo, aunque a veces atisbe el Misterio último.

- ¿Se puede prescindir de la religión?

- Depende de lo que entendamos por prescindir de la religión. Estamos en un momento en que la cuestión del laicismo está sobre la mesa. Conviene tener claro que el sitio de la religión o de las religiones, no es el Estado, sino la sociedad. El cesaropapismo, el confesionalismo político y la confusión entre la religión y el Estado ha sido nefasto para la causa evangélica. Es cierto que se trata de un problema muy complejo, que desborda los límites de estas páginas, porque evidentemente el régimen de cristiandad contribuyó de manera decisiva a la estabilidad de las instituciones y a la cultura occidental, pero al mismo tiempo hay que entender que esa sociedad y esos tiempos pasaron y que el cristianismo es una religión laica en su esencia y que sabe distinguir entre “Dios y el César”. En realidad, el confesionalismo politico ha sido mucho más una anomalía histórica que algo inherente a la esencia de la fe cristiana, por muchas ventajas sociales que en un determinado momento haya podido tener. No hay que añorar nada, en todo caso lo contrario, comprender que una laicidad incluyente es una oportunidad para redescubrir lo esencial del cristianismo, que no es la tentación del poder, sino el servicio. El problema viene cuando algunos pretenden un laicismo decimonónico, entendido como privatización de la religión y exclusión de la religión del ámbito público. Que en España eso no haya ocurrido nunca, no nos obliga a volver al siglo XIX, hay que situarse en el XXI, que reconoce la aportación de la religión a una ciudadanía democrática y que busca puntos de referencia y elementos de motivación en una sociedad en la que el malestar de la postmodernidad resulta evidente. Nuestra apuesta es por lo que autores como Díaz Salazar llaman un cristianismo laico y republicano; entender el cristianismo como “la religión de la salida de la religión”. No basado en ritos ni en la lógica sacrificial, sino en la experiencia de la propia vida y el mundo, en la experiencia del Dios de Jesús, y que sea capaz de activar procesos de diálogo y reconocimiento interno, de ahí lo “republicano” frente a un cristianismo “monárquico” basado en un concepto autoritario de lo que significa la jerarquía en la Iglesia. Así fue la fe de los primeros cristianos y, a esa fe, es la que hay que recrear en el siglo XXI. Desgraciadamente, nos encontramos entre dos fuegos, los confesionalistas y los laicistas excluyentes, nosotros esperamos aportar nuestro granito de arena para poder superar ese conflicto.

- ¿Qué necesidades tiene Occidente, que debiera prestar atención? ¿Y Oriente?

- Estamos en un momento que más que una época de cambios es un cambio de época. Nos encontramos fundamentalmente con dos contrariedades: la justicia social y la sostenibilidad. Y sin lo último, lo primero es imposible. Si no encontramos un desarrollo sustentable que pueda perpetuarse en el futuro no habrá tal. Esto incluye fundamentalmente responder al cambio climático y el cuidado de la vida en la tierra. A partir de ahí, podemos empezar a hablar de justicia social, que pasa inexorablemente por globalizar la democracia y gobernar la globalización. Ya no hay necesidades para Occidente o para Oriente, vivimos en un solo mundo, aunque tengamos trabas de diálogo intercultural, religioso y de articulación del pluralismo. Las religiones pueden contribuir al desarrollo de una ética global, que sirva para edificar la paz, en este sentido la propuesta de Hans Küng sobre las tareas de un cristianismo transmoderno es muy interesante. Él habla de centrarse en problemas como el ecológico, la justicia y la desigualdad, la igualdad de género y la relación entre el hombre y Dios. Señala bien cuáles deben ser las preocupaciones de un cristianismo encarnado en el siglo XXI. Desgraciadamente, vemos pocos avances en ese sentido en el seno de la Iglesia Católica, más preocupada de conservar cierto estatus en la sociedad, que de desarrollar una misión acorde con los retos de los tiempos.

- Se dice, se comenta, que hacer crítica es muy fácil. Sin duda, pienso, que la mejor crítica es la que no responde a la voluntad de ofensa, sino a la libertad de juicio y a predicar con el ejemplo, porque realmente: ¿Qué hace la Asociación por la Justicia Social?

- Nuestra misión es impulsar el diálogo fe-cultura-justicia. Se trata de una tarea transversal y holística, abarca todos los ámbitos del ser y de la vida cotidiana. Desde lo que comes, hasta tu compromiso político, a qué dedicas tu tiempo, tu dinero, tus pensamientos…No se trata de “ser solidario” por Navidad o puntualmente, se trata de comprometerse en buscar una mayor coherencia vital. Nos definimos como un voluntariado, y prestamos gran atención a la formación, el discernimiento y el compromiso personal, social y político. Como decía Ellacuría, “hacerse cargo de la realidad, cargar con ella y encargarse de ella”. Ese es el esfuerzo de la Asociación, cada cual lo asume desde su momento y condición. Ese es nuestro sentido de pertenencia. A la AKR pertenece el que está en ese esfuerzo. En nuestras actividades se intenta plasmar en una permanente atención por los últimos de la sociedad y por los problemas medioambientales, la Tierra como “última” sin la cual, no hay vida ni futuro posible, y de la que formamos parte con el resto de los seres vivos.

KISCO HERRERA: VICEPRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN

Kisco Herrera, Vicepresidente de la Asociación, quiere subrayar que son Iglesia y que se posicionan dentro de ella, de una Iglesia que entienden plural. Y añade más...

- Y desde este punto de partida decir que “somos poco evangélicos”, tanto nosotros como la Jerarquía Eclesiástica. Estamos algo lejos de Jesús (como grupo), pudiéramos decir que somos “aprendices de cristianos”, ya que estamos igualmente lejos de llamarnos “cristianos” con total autenticidad. Ni que decir tiene, que hay gente muy comprometida, dispersa por el mundo, dejándose la piel, la salud, sus vidas en un compromiso permanente con los últimos, los más pobres, en nombre de Jesús y de su Iglesia. Pero frente a ésto, la Iglesia goza de su más baja popularidad entre la sociedad laica de nuestro tiempo, al menos en España. ¿Dónde está el fallo?, ¿Porqué la Iglesia no encuentra sintonía con el entorno?, ¿Porqué no conecta con el global de los jóvenes?, ¿Porqué no ilusiona?... No puede ser otra cosa que el posicionamiento de la Institución eclesial, ya sea el Vaticano, como la Conferencia Episcopal Española, frente a los problemas actuales, desde una visión neoconservadora y preconciliar, dando muestras de querencia por movimientos eclesiales antediluvianos y previamente excluidos (Lefebrianos) y conservadores, alineándose con posturas políticas conservadoras, inmovilistas (Neocon, capitalismo) y desarrollando actitudes inquisitoriales frente a problemas de actualidad que angustian a los pueblos y a nuestras sociedades (aborto, divorcio, matrimonio homosexual, sexualidad , anticoncepción, eutanasia, etc).

Al Vicepresidente de la Asociación, Kisco Herrera, parece conmoverle que se tomen decisiones de apartar algunos teólogos...

- Sí, sí, aquellos teólogos que abogan por una reforma permanente de la Iglesia, atendiendo a los signos de los tiempos, como el mencionado en otro apartado, Hans Küng, por no decir de todos aquellos que optan por los últimos, los más pobres de la tierra, que arriesgan sus vidas en pos de un evangelio vivificante, llámense, Jon Sobrino, Gutiérrez y todos los de la Teología de la Liberación. En España junto a J.M. Castillo, J.A. Estrada (removidos de sus cátedras), aquellos a los que se les censuran libros que pretenden acercar la realidad de Jesús a todos los hombres, como sucedió hace poco con J.A. Pagola, o la persecución a J. Masía, con el cierre de su Blog, y por qué no decir también, el cierre de la revista que dirigía el claretiano Benjamín Forcano, “Misión abierta”. Y muchos más que han ido cayendo por el camino. “Hay signos evidentes de que el objetivo del Papado de Benedicto XVI es “cerrar el ciclo involutivo” comenzado por Juan Pablo II y por el propio Ratzinger cuando era prefecto de la Doctrina de la Fe. Una forma de querer enterrar el Concilio Vaticano II o al menos desvirtuarlo” (B. Forcano). Este clima de involución se observa en España, con el posicionamiento claro de los Obispos con las tesis neoconservadoras, con los que acude a manifestaciones varias, contra los matrimonios homosexuales, sobre la familia tradicional, etc, mostrando una actitud sectaria frente a aquellos que no aceptan sus puntos de vista. Como se exponía en nuestro artículo “Espacios de pluralismo en la Iglesia”, publicado en Vida Nueva, en la AKR entendemos que existe un fallo en la política de comunicación de la Iglesia Española, empeñada a menudo en batallas terrenales y legales más que misioneras o evangelizadoras, rápida a la condena y lenta en la acogida, más atenta a ciertas disquisiciones legales o morales que a urgentes problemas humanos y sociales (donde tantas personas de iglesia están volcadas cotidianamente), celosa de sus privilegios, de sus símbolos, de sus espacios de poder, reacia a reformarse. Esta actitud produce una gran desafección en sectores de la población que conservan rasgos de fe, y qué decir de aquellos que no la tienen.

¿Qué reclaman, pues, como Asociación cristiana?. Puntualicemos...

- Lo que reclamamos es más capacidad por parte de la Jerarquía para admitir la diversidad interna, la crítica constructiva a sus posturas doctrinales. Desde la Asociación lo que queremos es que se avance en una línea de apertura y favorecimiento del pluralismo en la Iglesia. Una reforma democrática en una Iglesia de arriba abajo, construida desde la base. Nos identificamos con las palabras del Cardenal Martini, cuando dice que “La Iglesia debe tener el valor de reformarse”, al igual que lo hizo en su tiempo Lutero. Igualmente entendemos importante concluir las reformas iniciadas en el Vaticano II. En una palabra volver a los orígenes, entendiendo el origen como “lo más antiguo es lo más valioso”, lo más Evangélico. Se ha pasado por el paleocristianismo, el cristianismo romano, la Edad media y estamos en la edad posmoderna, postmodernidad donde los valores primigenios del evangelio deben desarrollarse, adaptados a nuestros tiempos. Nuestra propuesta a la Iglesia, tanto Jerárquica como de base es seguir en la lucha “atentos a los signos de los tiempos” como demandaba el Concilio Vaticano II, abriendo espacios de libertad, derribando fronteras y trincheras, acercando el Evangelio de Jesús de Nazaret a los más pobres y sencillos, a los huérfanos de una palabra y de la Palabra. Ser humildes, trabajar en el día a día sabiendo que somos instrumentos de Dios y no sus poseedores en exclusiva…Tener claro que Dios es un Dios encarnado, no una abstracción teológica ni un dogma caduco. Finalmente decir que desde nuestra misión de impulsar el diálogo fe-cultura-justicia, hacemos nuestras las palabras del Cardenal Martini “incorporar la provocación ética del Evangelio a la tarea de roturar la tierra para que pueda prender la semilla de la justicia". Alejando de nuestro entorno, y especialmente del de la Iglesia, lo que Ignacio de Loyola plantea en los E.E como las tres grandes tentaciones: Poder, Honor y Riquezas.

JULIA MARÍA CARABAZA: SECRETARIA DE LA ASOCIACIÓN

Mucho se habla del diálogo interreligioso en estos tiempos. Para Julia María Carabaza, Secretaria de la Asociación, su opinión es contundente, al respecto:

- Yo creo que el diálogo interreligioso no solamente es posible sino que es real pero, y esto siempre lo subrayo, "a nivel de calle", es decir, entre la gente llana y vecina entre sí. Otra cosa es este diálogo en el nivel de jerarquía o de altos cargos religiosos: aquí los intereses políticos o de poder se mezclan con los puramente doctrinales de tal forma que, en muchas ocasiones, es imposible el entendimiento entre diferentes credos. Un ejemplo palpable del diálogo y del respeto entre diversas religiones es lo que ha ocurrido hace poco en Egipto: los cristianos formaban barreras humanas ante los musulmanes mientras éstos oraban, para que no les llegasen los cañones de agua de las fuerzas que dispersaban las manifestaciones. Igualmente, mientras Egipto carecía del cuerpo de policía (por haberlo suprimido Mubarak en su afán de sembrar el caos y cortar las protestas multitudinarias), los musulmanes protegieron las iglesias de posibles saqueos junto con sus vecinos cristianos. Así quedó de manifiesto que los asaltos a los templos coptos que se habían dado en Egipto a finales del año pasado y principios de éste -y una investigación posterior lo corroboró- no fueron perpetrados por ciudadanos musulmanes sino por las fuerzas de seguridad dependientes del gobierno egipcio. Éste las mandó llevar a cabo para distraer la atención local y mundial de los movimientos insurrectos que ya se estaban preparando contra el régimen dictatorial de Mubarak.

Sobre el cambio islámico, la "revolución" (ésta es la palabra que se emplea en árabe) que está teniendo lugar en varios países del mundo árabe, considera que no nació hace unos meses. Al respecto, nos comenta:

- Es el resultado de años de regímenes dictatoriales que se han olvidado del pueblo a todos los niveles, aunque ahora no se les caiga de la boca a ninguno de los líderes que aún quieren mantenerse en su asiento esta palabra: "pueblo". De hecho, hasta en Arabia Saudí y en los países del Golfo, donde el porcentaje de población pobre es menor, se han llevado a cabo diversas reformas para mejorar la situación de la clase más desfavorecida, diríamos que siguiendo el célebre refrán de "cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar". Esta revolución es también el resultado de la crisis económica mundial que estamos viviendo y que, si ha afectado al mundo desarrollado en gran medida, en mucha mayor proporción ha hecho añicos las ya destrozadas economías de los pueblos de los países árabes a los que, si bien no se califica a veces de subdesarrollados, sí que lo son en cuanto a reparto de la riqueza. La subida de los precios de los productos básicos y el índice de paro cada vez mayor ya produjeron diversas protestas y revueltas no hace mucho tiempo, por lo que la autoinmolación de Bu Azizi en Túnez tan sólo fue la gota que colmó el vaso de la larga desesperación. Sin duda, las redes sociales -y el mundo global que sostienen con sus aspectos negativos y positivos- han posibilitado que la chispa tunecina se extendiera como la pólvora por gran parte del mundo árabe. No obstante, aunque la base común de esta revolución sea la lógica petición de mayor dignidad, libertad y democracia (por cierto, muy alejada de tintes religiosos por lo que no es válido el miedo a futuros gobiernos islamistas), el desarrollo de los acontecimientos ha sido y sigue siendo muy diferente en cada país árabe, fruto de su propia historia y del régimen político existente. Lo estamos viendo en el caso actual de Libia, bien distinto al de Egipto y Túnez. Lo que sí parece claro es que, suceda lo que suceda en cada uno de ellos, el resultado final -creo- serán unos gobiernos en los que haya una mayor participación ciudadana, pero siempre aliados de Estados Unidos y en buenas relaciones con Israel porque, no nos engañemos, al pueblo se le puede dar alas de vez en cuando, pero siempre que no se salga del escenario ya más que establecido de la geo-estrategia política y de la economía de mercado imperante.

6 de abril de 2011

¿Revoluciones en el mundo árabe, signo de los tiempos?. Por José Eduardo Muñoz. Publicado en diarios Grupo Joly. 4/3/2011

Vivimos en la sorpresa permanente, en un mundo y un tiempo acelerado que vuelve caducos a los acontecimientos con absoluta rapidez. Lo que hoy es noticia, mañana será suplantado por nuevos acontecimientos. Corren malos tiempos para los ojeadores, para los observadores de tendencias globales, para los pitonisos modernos que aspiran a explicar lo inexplicable más allá de cualquier determinismo materialista. Algunos profetas atisbaron la crisis económica del 2008, casi nadie pronosticó la caída del muro de Berlín y menos todavía la revolución en marcha en el mundo árabe. Como siempre, a los que avisan de la posibilidad del desastre no se les hace caso, simplemente porque no interesa. A pesar de la razón ilustrada, nuestras vidas y nuestras decisiones siguen regidas por lo irracional, más aún, cuantos más intereses hay en juego. He aquí que en medio del desencanto postmoderno europeo -egoístamente centrado en defender un bienestar cada vez más precario y absorbido por cuestiones como la crisis de la deuda soberana, el futuro del euro o la competitividad-se nos cuelan en nuestras pantallas unos actores que hasta ahora parecían meros comparsas, dándonos una lección de dignidad y de lucha por la libertad. A todos nos ha pillado a contrapié, no contábamos con esto. Pese a la perplejidad de algunos, en la era neoliberal las revoluciones siguen siendo posibles, y frente a ellas ya no es posible agitar el espantajo del comunismo, ni siquiera el de la religión. Resulta vana y estúpida la protesta del tertuliano televisivo: “sí, eso de la libertad está muy bien, pero verás tú cuando vengan los islamistas…” o la frivolidad de la información deportiva centrada asépticamente en la suspensión del gran premio de Fórmula 1 de Bahrein, como si sólo importara el resultado deportivo y no la lucha de las personas por su libertad. Queda también en evidencia el pensamiento etnocéntrico y relativista que postulaba que la democracia y la libertad no son para todos los pueblos, sino sólo para los occidentales. La demanda es de libertad, democracia y justicia social.

Ante estos hechos merecedores de compromiso total y absoluta solidaridad, la reacción europea está siendo muy lenta y timorata, atrapada entre la perplejidad antes aludida, la defensa del propio interés y el bajo tono vital que la caracteriza últimamente. El día a día, le va empujando a reaccionar ante el curso inexorable de los acontecimientos, más lenta que ágil, más renuente que proactiva. Dando la impresión de que se estaba más cómodo con el status quo anterior y pensando más en el petróleo, en el gas, en las pateras y en los refugiados, que en los defensa de los Derechos Humanos. Queda en evidencia el doble discurso, el de los Derechos Humanos como retórica y el de los negocios y los intereses geopolíticos como realidad fundamental. La Europa del capital como el rey del cuento, está desnuda, con todas sus vergüenzas al aire.

La política de Europa en particular y de Occidente en general, hacia el mundo árabe y el Islam, nunca ha sido coherente con los principios y valores europeos. Tras el colonialismo, los nuevos estados árabes que intentaron un desarrollo basado en el control de los recursos propios y en una política laica, fueron obstaculizados y boicoteados desde Occidente. La consecuencia fue la aparición de regímenes dictatoriales y el auge del islamismo y del terrorismo, utilizado como coartada ideológica tanto por los regímenes dictatoriales como por el mismo Occidente. Nunca se ha apostado en serio por la democratización y se ha preferido apoyar a dictaduras corruptas que aseguraban un baluarte frente al islamismo, el control de la emigración y la defensa de los intereses económicos europeos. Como casi siempre, se ha sacrificado a poblaciones enteras en aras de una “realpolitik” sin orientación ética alguna. Lo mismo ocurrió con el régimen franquista en España, “tolerado” por los EEUU por ser un fiel aliado contra el comunismo. Pero al final, esas políticas quedan siempre en evidencia, y finalmente ni siquiera la perspectiva del interés puede salvarse. Una Europa que ya no es una gran potencia, no puede perder de vista que sólo una política responsable y con orientación ética puede hacer que siga teniendo algo que decir en el mundo. Lejos de cualquier romanticismo o idealismo político solamente el compromiso europeo con la democracia y los Derechos Humanos puede darle un lugar digno en la globalización. Su principal aportación a la historia de la humanidad consiste en la demostración de que democracia, derechos humanos y desarrollo social y económico pueden constituir un círculo virtuoso. Si algo exclusivo nos queda es ser el continente de la Ilustración, de la emancipación humana, la libertad y los Derechos Humanos. Todo esto no puede sacrificarse en defensa de intereses cortoplacistas y que no benefician a la mayoría. Todo lo contrario, un Mediterráneo en paz, poblado de democracias y desarrollo sostenible es lo que realmente interesa a Europa y al mundo.

22 de noviembre de 2010

"Esta Iglesia no se deja reformar"

Durante siete años, el teólogo alemán Gotthold Hasenhüttl no ha parado de luchar contra la jerarquía del catolicismo, a la que acusa de estar "orientada hacia el fundamentalismo". Por eso fue suspendido de sus funciones como sacerdote y profesor de teología. Principal razón: invitar a fieles protestantes a participar en una eucaristía católica durante la primera Jornada Ecuménica de la Iglesia en Berlín. La semana pasada, Hasenhüttl anunció que abandonaba su Iglesia, aunque no la fe ni la comunidad de fieles.
ocente en la Universidad de la Sarre, el ahora profesor emérito de Teología, de 76 años, considera que la Iglesia católica "no se deja reformar". "No es más que una corporación administrativa interesada exclusivamente en recaudar sus impuestos religiosos. Ya no puede considerarse una comunidad de fe", añade.

Hasenhüttl se ha dado de baja como fiel católico ante el registro civil de Saarbrücken, una formalidad necesaria en Alemania para ser eximido del pago del impuesto en beneficio de esa confesión.

Entrevista publicada en 'El País' el 20/11/2010

Hasenhüttl estudió Filosofía y Teología en la Universidad de Graz y en la Pontificia Gregoriana de Roma. En 1959 fue ordenado sacerdote en el Vaticano. A partir de 1964 trabajó como profesor auxiliar en la Universidad de Tubinga, en la que formó parte del equipo de Hans Küng, con el que colaboró también en el Instituto para la Investigación Ecuménica.

A partir de 1974 fue catedrático de Teología Sistemática en el Estado de Sarre. Desde 1989 preside la Sociedad Internacional San Pablo, dedicada a la promoción del diálogo entre teólogos y científicos y al acercamiento entre la teología y el marxismo. Fue el hoy papa Benedicto XVI quien encabezó las primeras censuras contra Hasenhüttl, cuando aquel era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Hasenhüttl se ha distinguido, además, en el combate contra el encubrimiento de abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica alemana, un hecho que ha sacudido el país este año. "La Iglesia católica no se centra en las personas. Simplemente, mira hacia la misma institución. El manejo de los casos de abusos fue prueba de esto: ocultar para salvar la institución. Todo esto es el exacto contrario de la enseñanza de Cristo", dijo ayer el teólogo en una entrevista telefónica con EL PAÍS. También denunció que el Papa no haya hecho lo suficiente para que los abusos no se vuelvan a repetir.

Hasenhüttl no ve voluntad de transparencia y tampoco síntomas de cambio en el pontificado de Benedicto XVI. Tampoco tiene esperanza alguna ante la visita del Papa a Alemania, anunciada ayer y prevista para septiembre de 2011. "No hará más que reafirmar el camino fundamentalista que ha tomado esta Iglesia. Tal y como está hoy, no se deja reformar. Pero hay posibilidad que llegue alguien, algún día...", dijo.

El famoso teólogo, autor de numerosos libros, insistió, además, que su abandono de la Iglesia no supone una pérdida de la fe. Tampoco será excomulgado, de acuerdo con los textos legales del Vaticano. "Por supuesto, no abandono la Iglesia católica como comunidad de fe", concluyó.

7 de marzo de 2010

El Cisma Silencioso

Cada año 200.000 personas abandonan la Iglesia Católica española; no se trata de mediáticas apostasías, ni de retractaciones públicas de intelectuales o de solicitudes de exclusión del registro bautismal. Sino más bien, de personas que poco a poco, -entre la desidia, la desconexión progresiva y alguna manifestación controvertida o estridente de la jerarquía católica- alcanzan un punto en que casi sin darse cuenta, están más fuera que dentro. Un proceso implacable, que se va gestando sin hacer mucho ruido, como el cambio climático o la deforestación del Amazonas. Esta secularización avanza a un ritmo sostenido, resultado de una compleja mezcla de inexorabilidad histórica y de errores estratégicos de la jerarquía eclesiástica para entender ese proceso y darle una respuesta adecuada. Desde luego, sería radicalmente injusto cargar toda la responsabilidad de ese declive sobre los dirigentes eclesiásticos, pero en cualquier institución moderna, los dirigentes de la misma tendrían que dar cuenta de esa situación. Solamente, las instituciones de estilo autoritario, se ven exoneradas de la necesidad de dar explicaciones ante los hechos.


En otros tiempos más lejanos, menos postmodernos, ese cotidiano éxodo podría haber incluso constituido un cisma. En una situación de cristiandad, en la cual la increencia era testimonial e individual, la mayoría de la gente no habría querido quedarse fuera de ninguna iglesia. En nuestra época actual, ese tipo de pertenencia no es tan importante. El mundo del espíritu se ha individualizado mucho, y el sentido de pertenencia a una institución religiosa, -y a otras instituciones “fuertes” como partidos políticos o sindicatos- se ha ido debilitando progresivamente. El destino de las personas que se alejan de la Iglesia Católica es muy variado: grupos menos institucionalizados, otras religiones, satisfacción de sus necesidades espirituales o religiosas con ofertas de tipo no espiritual o la llamada religiosidad difusa, un vago sentimiento “de que algo hay”, sin mayores implicaciones. Pero un denominador común del abanico de respuestas, es la individualización del fenómeno espiritual y religioso. Hablando en plata, ya que la institución no les da juego, cada uno se busca la vida como puede. Según la última y reciente encuesta del CIS, el 76% de los españoles sigue siendo católico, pero el porcentaje de practicantes es muchísimo más bajo. Muchos creyentes no encuentran un lugar en la institución, donde articular y recrear su mundo espiritual y de creencias. Existe una brecha entre la institución y los creyentes. Las razones de esa brecha son muy complejas y de largo recorrido. La percepción que tiene la población española en su conjunto de la Iglesia Católica española es bastante pobre, a pesar del buen hacer de muchos cristianos y de determinadas organizaciones, sobre todo las que actúan en el campo social. Lo peor no es el aumento del rechazo ante lo religioso, sino el aumento de la indiferencia ante el hecho religioso. Esto ha sido bien comprendido por algunos estrategas de la Iglesia española, que han optado por generar rechazo antes que indiferencia. Se trata de hacerse notar, de hacerse visible, “que hablen de mí, aunque sea mal”. Y así poder buscar el chivo expiatorio de la persecución y de martirio, comparando implícitamente una iglesia minoritaria y acosada, -la del imperio Romano- con otra en crisis, pero con numerosos privilegios, -la actual-. Se trata de cohesionar el núcleo interno más conservador ideológicamente, al mismo tiempo que esto permite alejar la vista de los problemas reales y de fondo. Se niega la crisis y se cambia la agenda política.

Entre las muchas y complejas razones que alimentan la brecha entre cristianos, la jerarquía eclesiástica y el conjunto de la población española, cabe destacar una: la falta de modernización religiosa. El Concilio Vaticano II, concluyó con un frágil consenso entre la mayoría reformista y la minoría conservadora que se resolvió en el período posterior al Concilio a favor de la minoría conservadora. Por factores difíciles de explicar aquí, los partidarios de un modelo de Iglesia autoritario y medieval ganaron la partida. Fue, la retirada de la Iglesia a los cuarteles de invierno, de la que habla Karl Rahner. En España, la Iglesia Católica fue durante la transición a la democracia un factor de diálogo, moderación, encuentro y reconciliación. Ahora, la jerarquía eclesiástica, aliada con algunos grupos, ha optado por situarse en un bando del conflicto social, político y cultural. Naturalmente, los partidarios de esa visión tienden a defender sus propias opiniones y su propia ideología, como si se tratara del mismísimo Evangelio, aunque con frecuencia olviden fundamentar sus propios puntos de vista o lo hagan defectuosamente. Les da igual no hacerlo, porque sienten que tienen tras ellos “el peso del aparato y del Derecho”. Dicha falta de modernización religiosa, se expresa en dos actitudes fundamentales: la falta de democracia interna y una propuesta moral bastante anticuada. Por supuesto, ambas situaciones se justifican como de Derecho divino. Según ellos, no cabe otra organización de la Iglesia, que una piramidal y monárquica, con una jerarquía de dominio y no de servicio. Niegan, unos por desconocimiento y otros por propio interés, tanto la propia historia eclesial de prácticas democráticas- como la elección de obispos, y la colegialidad de iglesias- como la investigación teológica al respecto. Sólo pueden echar mano de un Derecho Canónico, que cierra tautológicamente un círculo de hierro con la propia institución. Instituciones autoritarias autoritarias se autolegitiman con derechos autoritarios y viceversa. El resultado de estas estructuras es que un obispo que se supone va destinado a una diócesis para servir a sus fieles sea masivamente rechazado por ellos, y que no pase absolutamente nada. Esto no es justificable desde el Evangelio, sólo desde una ideología autoritaria. Además, coloca a la Iglesia Católica, en un claro fuera de juego cultural y político. Lo mismo cabe decir de una moral que no sirve a la gente para construir sus propias vidas, por responder a paradigmas y situaciones históricas periclitadas. Los cristianos en su gran mayoría, no siguen la mayoría de las indicaciones de la doctrina de la Iglesia Católica al respecto. Muchos de ellos son verdaderos “objetores de conciencia”. La mayoría de la gente también rechaza o no se identifica con un determinado estilo de tratar las cuestiones bioéticas. Los creyentes y también el resto de la sociedad, necesitan testimonios y argumentos para la discusión, no frentismo ideológico. No es responsable, utilizar el debate bioético como un elemento más del combate político e ideológico, ni por parte de las iglesias, ni por parte de los partidos políticos.

La causa y la consecuencia de esta falta de modernización institucional y religiosa es la privatización de la Iglesia Católica al servicio de los intereses de determinados grupos neoconservadores. No solo se privatizan las empresas públicas, sino también instituciones que vehiculan bienes tan importantes para la colectividad como los espirituales y religiosos. El espacio público intraeclesial se está agostando, con el consiguiente empobrecimiento propio y del resto de la sociedad. Las posiciones internas son de exclusión de la crítica y hacia afuera de condena y rechazo del mundo. Nada de esto tiene raigambre alguna en el Evangelio, sino solamente en la ideología integrista de algunos.

25 de enero de 2010

España, ¿una sociedad excluyente?

Durante estos meses, hemos constatado la intensidad y gravedad de la crisis. El escenario planteado es tan incierto que las propuestas políticas son acogidas con cáustico descreimiento por la población. Estamos siendo duros en las evaluaciones que realizamos. No hay una respuesta clara para gestionar esta crisis del modelo y crecer. No obstante, se debe alertar de la imagen percibida con las propuestas más irreflexivas. Sugerir la necesidad de incrementar el crédito a las empresas a algunos nos recordó la falsa cita de la reina María Antonieta: "si no tienen pan, que coman pasteles". Proponer como solución la reducción de la carga impositiva, recordó más bien un "sálvese quien pueda". Al manejar conceptos como competitividad y flexiseguridad asumimos que el equilibrio económico depende principalmente del sacrificio de los trabajadores del sector privado.

Quienes gustamos leer propuestas de contenido político-económico, terminamos confusos ante las múltiples hipótesis y modelos de solución difundidos. ¿Cómo no lo estarán quienes se acercan ocasionalmente, a escuchar la opinión de los expertos? Es necesario abstraerse de tanto análisis y olvidar los aspectos coyunturales o estructurales, endógenos o exógenos. Resulta más saludable optar por sentir y comprender nuestra actitud frente a la crisis. ¿Es nuestro comportamiento una constante histórica profundamente dolorosa? Recientemente comprobamos que otras naciones europeas acusan intensamente la caída del PIB, sin que el efecto sobre el desempleo sea tan demoledor. En épocas de carestía, las sociedades suelen expulsar grupos sociales con el fin de reequilibrarse, pero la española parece ser más cruenta.

El Cantar del Mío Cid, cuna del castellano, narra la crónica de un destierro, del desempleo y escarnio de una "subcontrata pública". El Quijote relata las ridículas experiencias de un personaje fatuo que arrastra a un hombre sencillo a una vida incierta e improductiva. La historia de España es un continuo de expulsiones de minorías; judíos y musulmanes en época de los Reyes Católicos, hidalgos y menesterosos en el Siglo de Oro, moriscos en el siglo XVII, órdenes religiosas en el XIX. Con frecuencia, estos grupos proscritos tuvieron un papel relevante en nuestro desarrollo; baste recordar el papel de algunas órdenes religiosas como propulsoras de la razón en una sociedad desestructurada y controlada por la "santa" inquisición, o el know-how tecnológico de origen morisco perdido con su expulsión. El pasado siglo atestiguó nuestra crueldad, anticipadamente retratada por Goya en Saturno devorando a sus hijos. Guerra civil y posguerra marcaron un máximo en el horror de la exclusión por motivos "ideológicos". El desarrollismo no supo integrar a toda la población rural. ¿Cuántos emigraron a Europa? En la democracia nos encontramos con el desempleo en la transición y la tardía incorporación de la mujer al mundo laboral, en condiciones discriminatorias y corrosivas para el desarrollo familiar. Los "sin papeles" y los mileuristas han sido los últimos grupos.

Podrá argumentarse que existen sistemas de cobertura y formación para los desempleados, mecanismos de acogida e integración de inmigrantes y sistemas de ayudas a los jóvenes. Es un engaño sutil. La realidad muestra una sociedad que arrebata las capacidades de opción y decisión a demasiadas personas. Nos esforzamos por mantener una sociedad de consumo sin consumidores. Las estadísticas lo reflejan, somos una nación con un fuerte incremento de multimillonarios y multinacionales que, mantiene a una quinta parte de su población en la pobreza o en sus umbrales. Condenamos la existencia de "paraísos fiscales" siendo la reserva mundial de billetes de 500 euros.

Necesitamos reflexionar sobre nuestro comportamiento. Una actitud menos excluyente y más generosa e integradora nos permitiría navegar estos años de crisis con mejor fortuna para todos. La recuperación se basa tanto en una cuestión de competitividad como en la mejora de la capacidad, entendiendo capacidad como la posibilidad de que las personas mediante su trabajo puedan realizar sus proyectos personales, familiares y profesionales. La recuperación de nuestra economía depende de la "competitividad" exterior y del funcionamiento equilibrado de los mercados interiores. Hoy día, se comprueban experiencias en empresas e instituciones para afrontar conjuntamente la crisis, actitudes que nos acercan a su solución. No obstante, aún es necesario sensibilizar a quienes deciden o trabajan en las administraciones públicas respecto a los esfuerzos que viene realizando el sector privado de la economía. Habiendo conocido tantas generaciones perdidas, es nuestro compromiso participar en la creación de una generación responsable e inclusiva. Así sea que nuestros hijos, al estudiar El Cantar del Mío Cid, no comprendan el concepto del "destierro".